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dilluns, 7 de juny del 2010

Luky.

El perro me pregunta y no respondo. Salta, corre en el campo y me pregunta sin hablar y sus ojos son dos preguntas húmedas, dos llamas líquidas que interrogan y no respondo, no respondo porque no sé, no puedo nada. A campo pleno vamos hombre y perro. Brillan las hojas como si alguien las hubiera besado una por una, suben del suelo todas las naranjas a establecer pequeños planetarios en árboles redondos como la noche, y verdes, y perro y hombre vamos oliendo el mundo, sacudiendo el trébol, por el campo de Chile, entre los dedos claros de septiembre. El perro se detiene, persigue las abejas, salta el agua intranquila, escucha lejanísimos ladridos, orina en una piedra y me trae la punta de su hocico, a mí, como un regalo. Es su frescura tierna, la comunicación de su ternura, y allí me preguntó con sus dos ojos, por qué es de día, por qué vendrá la noche, por qué la primavera no trajo en su canasta nada para perros errantes, sino flores inútiles, flores, flores y flores. Y así pregunta el perro y no respondo. Vamos hombre y perro reunidos por la mañana verde, por la incitante soledad vacía en que sólo nosotros existimos, esta unidad de perro con rocío y el poeta del bosque, porque no existe el pájaro escondido, ni la secreta flor, sino trino y aroma para dos compañeros, para dos cazadores compañeros: un mundo humedecido por las destilaciones de la noche, un túnel verde y luego una pradera, una ráfaga de aire anaranjado, el susurro de las raíces, la vida caminando, respirando, creciendo, y la antigua amistad, la dichade ser perro y ser hombre convertida en un solo animal que camina moviendo seis patas y una cola con rocío. P.Neruda